¿Quieres casarte conmigo?

Por Ana Sirvent
Señores felicitarme hoy es mi cumpleaños. Acepto regalos, estoy feliz y cumplo veinte. Me siento joven, con ganas de comerme el mundo y de vivir experiencias increíbles. ¿Mi madre se sentía igual con mi edad? He aquí mi cuestión.

Desde que  he abierto los ojos hoy, día 17 de noviembre mi cabeza se encuentra con una cierta desorientación. Mi querida madre y en mi caso un ejemplo a seguir,  con un año más que yo se casó, ya tenía su trabajo en una pequeña tienda de moda y pocos años después se planteó  la idea de iniciarse en el maravilloso mundo de los “peques”… Quizás ¿fue demasiado rápido?

Yo: Con 100 euros en la cartilla y me encuentro en uno de mis mejores meses, estudiando periodismo (coste), en un piso de alquiler (coste), probando cada fin de semana y en sitios diferentes la maravillosa gastronomía que nuestro país nos ofrece (coste), viajera como la que más (coste), clienta de las gasolineras a cuartos de depósito( coste), consumidora de la familia Ortega (coste), habladora y clienta de Yoigo (coste)…. En fin lo que viene siendo la masa actual, una chica privilegiada  que pasa desapercibida entre la sociedad.

Mi madre, yo y muchas madres e hijas como nosotras se encuentran en la misma situación. Por lo tanto no debo ser yo la rara. Cambios, cambios y más cambios.

Sumida en un mar de dudas he consultado la opinión de los investigadores respecto a nuestra oposición.  Ignacio Martínez Pastor tiene una teoría. En primer lugar la gente cada vez dedica más años a los estudios y sale más tarde del sistema educativo. El segundo punto y relacionado de cierta forma con el primero es el cambio de rol de las mujeres; estas, en su mayoría, desarrollan una carrera laboral, cosa que no sucedía cuando imperaba el modelo del varón proveedor (no es el caso de mi madre ni de otras muchas mujeres). El último, está relacionado con el retraso del conocimiento de las características socio económicas.

Pero su opinión y sus puntos me quedan incompletos. Pienso que también influye el grandioso cambio cultural. Que se hubiese “juntado” con mi padre no habría estado bien visto. Los tiempos han corrido y las mentalidades a su ritmo. Podemos vivir con la pareja sin someternos a ningún papel ni juramento, de alquiler, mientras tanto estudiar y sin tener que pensar en rápidos sucesores. Cambio de mentalidad fuerte.

Creo que los padres de ahora son más protectores, se preocupan más por nuestro futuro. No quiero decir con ello que antes no lo hicieran, pero el más preocupante de sus pensamientos era que se buscaran la vida y que trabajaran. La cultura es importante, importantísima  y de ello se han ido dando cuenta las generaciones consiguientes. “Todo lo que me ha faltado a mí quiero que lo tengas”, me repite día tras día mi madre.

Recapacitando sobre los pensamientos que me han ido surgiendo, llego a la conclusión de que mi madre fue feliz, mucho. Pero si volviera a nacer creo que replantearía su vida, estudiaría, se formaría como persona, cuando realmente la madurez tocará a su puerta llegaría al matrimonio “o quizás lo dejaría pasar y se juntaría” y cuando alcanzara el nivel económico necesario para comer tres donde antes comían dos, tendría  a la criatura. Casarse era una forma de completar, una costumbre. El matrimonio formaba parte de los pasos correctos y debidos. Paso que necesitaba unas bases como tener un piso ya hecho con su respectiva vajilla y paños. Quizás te tenías que endeudar, pero… ¿qué dirían si no?

Eso si, mi abuela decía con la boca bien abierta: ¡tengo una hija casada!

Bigotes solidarios

Por Carla Puerto

Si hace unas semanas hablábamos de la estética de los hipsters del mundo. El highlight de este mes será su bigote. Sí, sí, quitad esa cara de extrañamiento que hablo en serio.  El bigote trascenderá los límites de la estética para convertirse en todo un símbolo solidario, eso sí, con fecha de caducidad, el treinta de noviembre.

Tan solo hace falta un emblema tan personal como este y el mundo 2.0 para que se convierta en un efecto viral  casi perfecto. Y es que todo esto es lo que ha cimentado las bases del Movember.

Se trata de un evento benéfico que se celebra con el fin de recaudar fondos para la lucha contra el cáncer de próstata. Una  iniciativa que se realiza a nivel internacional y anima a los hombres de dejarse crecer bigote durante el mes de noviembre y a pedir a familiares, amigos, conocidos… que colaboren con el esfuerzo mediante donaciones que irán destinadas a esta causa.

Nos guste o no, el bigote realmente representa mucho para quien lo lleva y también para la persona que lo ve. Y ahí esta el quid de la cuestión. La clave del éxito de Movember. Si en tu vida diaria no llevas bigote, cuando ven que te lo estás dejando crecer, será muy probable que te bombardeen con preguntas acerca de esta nueva vellosidad facial. Ese es el momento en que entra en acción el elemento solidario, es el momento de contar tu historia. De sensibilizar y pasar el mensaje.

Nunca ha habido una valla publicitaria más barata y que genere tanta rentabilidad. Quizá estemos ante una nueva tendencia que seguro que dará mucho que hablar en el mundo de la publicidad.

Barcelona és bona si la bossa sona

Por Ana Sirvent

El puente pasado me trasladé a Barcelona para gozar y deleitarme de sus múltiples privilegios. Y así lo hice, pero algo no me dejó. Me sorprendí y aterré a su vez con una noticia a la que no le había prestado atención hasta el momento. La futura y cercana privatización del Park Güell; una de las más valiosas obras de nuestro Gaudí. El próximo año el Ayuntamiento de la capital empezará a cobrar entrada con un precio superior a cinco euros a todos los turistas. Eso sí, dejan claro que los empadronados en la capital quedarán en la excepción. Gracias hombre… pero un secreto les digo: la vieja historia entra suave, promete y luego cambia por que las “circunstancias obligan”. Quiero decir con ello que los residentes terminarán pagando.

En un primer momento la cosa queda así: si por ejemplo resides en Sabadell  y te pirras por Barcelona, por el artista o su modernismo serás presa fácil; tendrás que abonar el módico precio que la máquina te quiera «chupar». O quizás te lo plantearás y acudirás a otro paraje.

Yo soy privilegiada y pude verlo sin pagar. Eso sí, las vallas no me dejaron hacer ni una fotografía en condiciones. Hierros que cortaban una zona verde de bosque, que simulaban el recinto de una prisión y las cuales en caso de incendio acrecentarían un grave problema.

La familia Güell cedió el parque para el uso y disfrute de todos los ciudadanos. Por ello  debería  ser público y gratuito para todos. Sin más, es patrimonio de la humanidad. Nos hablan de un motivo de masificación. Los cálculos de esta gente afirman las 5.000 personas en 18 hectáreas, pero eso no es nada. Mis ojos pudieron observar en el segundo día de mi viaje  una cantidad de 51.000 personas aproximadamente  en la Sagrada familia y una cola que rodeaba el templo. Pero claro, cuando hay 13 euros de entrada por medio, las cosas cambian.

Pulmón de Barcelona que queda una vez más donado a la «ciencia” o mejor dicho al “engendro”.

Vigilancia y mantenimiento, pero paso libre por favor.

Una capital muda

Por Carla Puerto

La última hora de la tarde se encuentra con el anochecer valenciano. Desde la Plaza del Mercado y ascendiendo por los escalones de la Calle Pere Compte llegamos a la plaza del Doctor Collado. El azul del cielo se oscurece y la luz de las farolas de hierro viejo ilumina la plaza. Nos sentamos en la terraza de Café Lisboa y nos limitamos a escuchar. Murmuros melódicos y música callejera te trasladan a una atmósfera de paz y armonía.

Ésta sensación, casi mágica, ya no la podrán sentir los vecinos de Madrid. Y es que el pasado miércoles, y como ya se iba anunciando, se prohibió la música callejera en la capital española. Los músicos de la calle tendrán que conseguir un permiso de la Junta Municipal antes de tocar una sola nota en la vía pública. Por si fueran pocas las medidas tomadas en contra de la cultura, el arte y el ocio…

Son los nuevos criminales de las calles madrileñas, y sus armas, los instrumentos, pueden llevarles a pagar un mínimo de 750 euros de multa y la confiscación del instrumento. Una medida que alcanza el surrealismo.

Es lógico y me parece correcto que se respete el nivel de decibelios según en qué zonas y horarios. Pero de ahí a limitar la libre manifestación musical y artística hay un trecho. Lo que más me intriga es que sea la música lo que molesta cuando Madrid es una de las ciudades más ruidosas, con un tráfico insoportable y sumida en obras urbanísticas interminables.

¿Estará permitido silbar en la capital?

Al hipster con amor

Por Carla Puerto

Cuando vi por primera vez “A Roma con amor” de Allen, hubo un personaje que me llamó especialmente la atención. Mónica creo recordar que se llamaba, una “sabelotodo” de las de manual. De esas que recitan de memoria una línea de cada autor pero nunca una poesía completa. Lo que calificaríamos en los tiempos actuales como una hipster pseudointelectual.

Y es que no teníamos suficiente con los modernos, señores. Éstos se han tomado su tiempo, y han decidido que ya era hora de «digievolucionar».

¿Saben de que les hablo, no? Están por todas partes, han resurgido de las cenizas emos y vienen para quedarse (Bueno… eso también lo decían los emos, ¿se acuerdan? Yo no).

Fíjense por la calle, son fáciles de reconocer. Bigote, gafas de pasta, jersey de la abuela vintage, skinny jeans y tabaco de liar. Transpiran «bohemiedad» divina.

Son reinventores del pasado, han cogido un poquito de kitsch, de clase obrera, de psicodelia, y lo han convertido en “lo más”. Pero este juego va cambiando y cuando deja de ser cool, lo aparcan, contradecirse forma parte de su identidad.  Sueñan con los ochenta viviendo ya en los dos mil.

Ya los vais conociendo, auténticos wanabees trasnochados de artistas transgresores en los felices años, esa época en la que todo era coherente. Esperan que la masa les aplauda por sus “originales” ideas que conducen no solo a la revolución cultural, sino también a la política y económica. Unas ideas que ya sus antepasados habían utilizado por activa y por pasiva. Y una revolución que flota en el hemisferio derecho de su cerebro.

Al parecer llevar gafas de pasta, no reduce la ceguera.