Por Carla Puerto
No salen en televisión, no han escrito ningún libro, ni publicado ningún disco, pero sus blogs o perfiles online les han granjeado cierta popularidad. Son adorados, detestados y posiblemente envidiados. ¿Su mejor producto? Ellos mismos. Son las nuevas estrellas de la red, gente no excesivamente acomplejada. Se mueven como pez en el agua por Internet, utilizan los blogs para venderse y documentar públicamente sus experiencias. Son narcisistas y exhibicionistas y lo tienen claro, quieren hacerse famosos. La “Generación Yo” está segura de que es especial, y quiere que los conozcas. Ponles un comment y les darás gasolina.
La explicación a este fenómeno es muy sencilla: actualmente en la industria de la moda los papeles están cambiando. Las celebrities de alfombra roja son ahora estudiantes de primer año de la Universidad de la Moda. Por encima de ellas existe una jerarquía que coronan las verdaderamente entendidas, las net-celebrities. ¿Asistimos a una democratización de la moda o a una banalización de ésta?
Muchos de estos blogs surgieron con la decadencia del Fotolog. Los blogueros necesitaban más espacio para contar sus historias y el límite de una foto por post les impedía ilustrar debidamente sus palabras. Apostaron por plataformas más grandes como blogger.com y han ganado la partida. Estos sitios “permiten autopromocionarse muy por encima de lo que nunca permitieron los medios tradicionales”, indica un estudio sobre la llamada “Generación Yo” de la Universidad de San Diego, California.
El mundo de la moda se mueve más rápido que nunca, y ha encontrado esa relación directa con los consumidores y seguidores que otras disciplinas y medios no acaban de perfilar. Internet se ha posicionado como un vehículo privilegiado por donde circulan modas, tendencias, innovaciones, colecciones… todo lo que estas personas anónimas, desde su casa, no solo parece marcar las pautas de las grandes firmas sino que se han convertido en embajadores. Por eso los cuidan y los miman. Ahora son las firmas las que se inspiran en ellos y los necesitan para seguir estando vivos.
Café Pompidou 